Néstor

El domingo nos faltó él. Néstor se merecía estar. Porque desde el primer día demostró que su lugar era la Plaza de Mayo. Ahí, hubiera comprobado una vez más que somos millones los que apostamos a construir la Argentina grande con la que nos animó a soñar en 2003, cuando era casi el único que se animaba a pensar distinto. No estuvo pero, como dice Cristina, sigue vivo en el pueblo, en cada uno de los que hoy lo seguimos extrañando. Cuánto me hubiera gustado poder darle un abrazo.

Ya pasó mucho tiempo desde la primera vez que me recibió. Guardo para mí sus palabras, cuando me dijo “Pibe, animate a cambiar Lomas, a soñar que es posible mejorar la vida de los vecinos. Con esfuerzo, trabajo y coraje todo se consigue. Yo los voy a acompañar”. Dos años después, mientras visito cada uno de los barrios veo que a los vecinos realmente les transformó la vida. Porque los sueños de Néstor eran los míos, pero también los de ellos. Cumplió. Le cumplió a Lomas. Y le cumplió al país al que le prometió, todos lo sabemos, que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada.

No hay duda, le debemos muchísimo. Pero su mayor mérito fue el haber despertado al verdadero héroe de esta época, al conjunto colectivo. A puro coraje, y gracias a una gestión volcada hacia la gente, hizo que los desencantados vuelvan a creer que no es una locura construir un país para todos. Igual, o más importante aún, fue conseguir que los jóvenes se enamorasen de la política. Han vuelto a involucrarse. Los necesitábamos para impulsar los cambios. Así, refundó un Estado del que sólo quedaban restos, impuso un modelo de inclusión en el que todos pueden ocupar un lugar en este proceso de crecimiento y desarrollo sostenido.

Él se fue, pero nos dejó a su compañera de militancia y de la vida, nuestra presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Y después de que muchos dijeran que sola no iba a poder, hoy está para redoblar la apuesta: cuatro años más del mejor gobierno de la historia del país. Junto a ella, elegimos seguir para adelante. Continuar soñando, como Néstor nos enseñó.